(25 DE SEPTIEMBRE, 2023) Por J. Jesús Esquivel.
Dos viejos
Washington – Entre los dilemas que enfrenta la sociedad estadounidense, el más urgente tiene que ver con Joe Biden y Donald Trump. El trasfondo del mitote es determinar si tiene sentido elegir de entre los dos viejos al próximo presidente.
De acuerdo con las más recientes encuestas, el 70% de los estadunidenses registrados en el padrón electoral tiene dudas respecto a la capacidad mental y salud de ambos candidatos a la Casa Blanca.
A los 77 años en 2018, Biden se convirtió en el presidente electo más viejo en la historia de su país. El 20 de enero de 2019, a los 78 años, asumió oficialmente la presidencia de Estados Unidos.
El 20 de noviembre de este año, Biden cumplirá 81 años, es decir, si ganara la reelección en los comicios presidenciales del 5 de noviembre de 2024, volvería a tener el récord que rompió en 2018. Su segundo periodo al frente del Poder Ejecutivo arrancaría con él a sus 82 años y acabaría cuando tenga un poco más de 86.
Trump, a quien le gusta ser el primero en todo, aunque sea mentira, si le arrebatara a Biden la Casa Blanca, sí sería inscrito en la historia política como el presidente electo más viejo, a los 78 años. El exmandatario nacido el 14 de junio, cumpliría 82 años al concluir sus otros cuatro años como titular del Poder Ejecutivo.
Con la excomunión como riesgo a mi atrevimiento de contradecir al excelentísimo Chamuco y a sus acólitos mis padrinos, los hijos del Averno, con Biden y Trump no se aplica la regla de que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Al octogenario presidente se le notan las secuelas de la vejez. Han sido varias las ocasiones en las que no se le entiende lo que dice o se traba leyendo el teleprompter. Da la impresión de que se le borra la cinta. Trump, aunque no es más lúcido que Biden, no es ajeno a decir tonterías, bueno; estas y las mentiras han sido su credo en su vida.
El tiempo no perdona y ambos candidatos por más ayuda de sus asistentes y de tintes de pelo y maquillaje no pueden ocultar los estragos de la edad. Esa es la preocupación de los votantes.
La vida tiene muchas ventajas y hay que aprovecharlas al máximo, pero con la huesuda no hay excepción; a todos nos va a cargar.
La preocupación de los estadunidenses es la de mandar a la Casa Blanca a una persona sin la capacidad mental y física al 100 por ciento. Son muchos los escenarios que se barajan en torno al punto.
Uno es que cualquiera de los dos, cuando esté en funciones, deje de tomar las decisiones adecuadas o que pierda la memoria de lo que hace. Con Biden esa posibilidad es más elocuente.
Trump, aunque más joven, es una especie de bomba de tiempo ante tantas incoherencias y ocurrencias que pasan por su cerebro cubierto del cabello artificialmente exento de canas.
Constitucionalmente, la posibilidad de muerte del presidente en funciones se cubre con la asunción de la o el vicepresidente.
Todos los días en la prensa estadunidense aumentan los artículos y reportajes sugiriéndole a Biden que pondere la posibilidad de olvidarse de la reelección y deje libre el camino para un candidato demócrata de menor edad. Ocurre lo mismo con Trump. La edad y sus problemas con la justicia son argumentos necesarios y suficientes para que se quite de la contienda entre los republicanos.
La tozudez de Biden y la de Trump no comulgan con la juventud. Los caprichos de los niños no tienen tantas consecuencias como la de los viejos. Esto no es una hipótesis, es un hecho para la vida y la muerte.
Entre los muchos argumentos que le proponen a Biden es que se jubile y que, más allá de sentirse desplazado, se haga a un lado de la política nacional para disfrutar de lo que ya tiene asegurado. Cuando a las próximas generaciones de sus conciudadanos les hablen de su legado este será el de su gran hazaña: haber acabado con las ilusiones de reelección consecutiva de Trump en los comicios más concurridos.
Respecto al expresidente, son pocas e improbables las expectativas de que haga caso a la razón y a la lógica. Trump no se escucha ni a sí mismo y para él la realidad es el mundo de mentiras, manipulaciones y decisiones maquiavélicas.